La pasada semana, entre la comunidad de escritores independientes y autopublicados en lengua inglesa, el nombre de la escritora Becca Mills empezó a sonar con fuerza. Lamentablemente no debido a su éxito como autora, sino a al acoso del que estaba siendo objeto. El 1 de marzo Mills denunciaba cómo un vulgar —por lo chapucero de su método— timador había logrado que Nolander, el primer libro de su serie Emanations, fuese retirado de la venta en Amazon y Smashwords.
Mediante un sencillo fraude de ley, un denunciante anónimo ubicando en la India o Calcuta, obligó a que Amazon retirase libro de Mills del mercado arguyendo que éste había sido plagiado, sin ofrecer más detalles. Poco después, una persona —aparentemente el propio denunciante— se ponía en contacto con ella para ofrecerle ayuda en la resolución de «su problema».
Afortunadamente, la denuncia presentada contra Mills era tan endeble que Smashwords restableció la distribución de su libro al poco de que Mills se pusiera en contacto con ellos. Con Amazon fue un poco más complicado.
Pero ¿cómo es esto posible?
Como saben, la legislación en materia de copyright y derechos de autor presenta diferencias en función del país del que estemos hablando. En Estados Unidos los derechos de copyright están regulados por la Ley del Copyright para el Milenio Digital —Digital Millennium Copyright Act— o DMCA en adelante.
Según dispone la DMCA, cualquier obra reproducida, total o parcialmente, sin el consentimiento del titular legítimo del copyright, debe ser inmediatamente retirada del alcance del público por parte del proveedor de servicios de Internet (ISP por sus siglas en inglés).
Para ello, basta con que aquel cuyo copyright haya sido vulnerado así lo denuncie al proveedor, mediante lo que se conoce como una DMCA takedown notice, es decir, una declaración formal en la que se jura bien ser el titular de los derechos de la obra expuesta o del original objeto de plagio, solicitando así su retirada.
Según las disposiciones de la DMCA, inmediatamente después de recibir tal notificación, el proveedor tiene la obligación de retirar la obra señalada y así notificarlo al responsable de su comunicación pública (el que subió el archivo a Internet) para que replique, si lo estima oportuno.
La réplica consiste en emitir una notificación formal jurando ser el legítimo titular de los derechos de la obra y dando fe de que no ha existido voluntad alguna de cometer plagio.
Esta réplica se conoce por el nombre de DMCA counter-notice y, si en el plazo de diez días, el denunciante no emprende acciones legales contra el replicante en un tribunal de los Estados Unidos, el proveedor de servicios de Internet debe poner de nuevo la obra a disposición del público, en las mismas condiciones que antes de iniciarse la disputa.
Naturalmente ambas notificaciones deben de estar redactadas cumpliendo una serie de requisitos y tienen el valor de «declaración jurada» ante un tribunal de los Estados Unidos, pero esto sólo será tenido en cuenta en un juicio, si lo hubiera.
Ahora bien ¿qué ocurre si la obra está alojada en los servidores de un proveedor intermediario como por ejemplo Youtube o WordPress(.com), o un canal de distribución y venta como son Amazon o Smashwords?
Como descubrió Mills, Amazon, como canal de distribución y venta electrónica, en caso de recibir una denuncia o DMCA takedown notice, está igualmente obligado por las disposiciones de la DMCA y debe retirar inmediatamente la obra del mercado e impedir su venta. Por otro lado, acogerse a tales disposiciones por lo que respecta a la réplica o DMCA counter-notice es algo voluntario.
Al igual que cualquier otro vendedor, Amazon se reserva el derecho a no seguir comercializando un producto, por lo que de momento, en caso de existir una disputa, opta porque denunciante y replicante arreglen sus desavenencias sobre copyright al margen de Amazon.
Hoy por hoy, cuando de alguien denuncia el plagio de una obra, Amazon debe retirarla inmediatamente de la venta y volverá a comercializarla sólo si ambas partes dan su consentimiento.
Como podemos observar, retirar una obra del mercado mediante fraude de ley es muy sencillo: basta con efectuar una denuncia, aunque sea falsa y con importantes defectos de forma —es decir sin datos suficientes para identificar al denunciante y sin la perceptiva declaración jurada—, ya que como Amazon se lava las manos, la réplica del titular del copyright no puede desplegar efectos. En estas condiciones, es suficiente con que el denunciante no desee atender a razón alguna para que una obra desaparezca para siempre de las estanterías virtuales de Amazon.
Aparentemente el caso de Becca Mills fue un intento de secuestro y extorsión, aprovechando la política de Amazon de no inmiscuirse en las disputas legales en materia de copyright. Sin embargo, este tipo de fraude de ley está a la orden del día y no es infrecuente que se emitan denuncias falsas para perjudicar a la competencia o ejercer incluso una forma perversa de censura.
Fotógrafos, youtubers, bloggers, periodistas y, al parecer ahora también, escritores de todo el mundo, son desde hace años víctimas silentes de un sistema jurídico excesivamente dependiente en las leyes estadounidenses y en el que es posible hacer recaer la carga de la prueba exclusivamente sobre parte denunciada.
¿Quiere esto decir que debemos exigir la derogación de la DMCA? No necesariamente. Es cierto que una parte importante de la comunidad de Internet entiende que esta ley lesiona derechos fundamentales de los usuarios y aboga por una reforma en profundidad, pero este es un debate distinto. Lo que sí debemos exigir autores y editores es que los proveedores de servicios tomen parte activa para evitar los fraudes de ley.
Cuando un autor/editor denunciado ejerce su derecho a réplica mediante una DMCA counter-notice, que como sabemos tiene valor de declaración jurada, el proveedor debería restaurar el acceso público a la obra, correspondiendo al denunciante ejercer las acciones legales oportunas.
Al igual que todos los blogs con domino wordpress.com, Libráctica está alojado en un servidor de Estados Unidos, concretamente en San Francisco, y está por tanto a expensas de ser denunciado y censurado mediante este tipo de prácticas. Afortunadamente Automattic, la empresa detrás de WordPress, está hasta las narices de las denuncias falsas y, por tanto, exige que una takedown notice se haya redactado sin defectos de forma para darle continuidad. De momento ya han emprendido acciones legales contra dos intentos de censura mediante fraude de ley.
Por lo que respecta a Amazon, Mills nos contaba que durante su disputa fue informada de que «la compañía no quiere ser cómplice en este tipo de prácticas y revisará su política acerca de las disposiciones de la DMCA» sin que se ofrecieran más detalles ni se haya realizado declaración oficial alguna. No obstante, ante el aluvión de comentarios, la insistencia de Mills y, no olvidemos, la chapucería del denunciante, Amazon volvió a distribuir Nolander.
Deseamos que en adelante, al igual que Automattic, Amazon exija un mínimo de rigor en la formulación de denuncias en materia de copyright y acate las disposiciones de la DMCA.
¿Te fijas en el dilema que plantean los Google, Amazon, Paypal, etc.? Como siempre están de lado del usuario final sea quien sea, y como tienen monopolios en sus ámbitos (si google te cierra adwords dile adiós a tu negocio online) los verdaderos clientes (que no lo olvidemos, son los vendedores, pues son quienes pagan una comisión por venta a la plataforma final) se ven ninguneados y teniendo que aceptar lo que les impongan los monopolios del siglo 21. Un saludo W. 🙂
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Hola Makertan,
Muy interesante tu apreciación: ya no es el cliente, sino el usuario final el que interesa. Una diferencia sutil en lo semántico pero fundamental en la práctica.
En cierto modo, Amazon tiene motivos para actuar así, puesto que existe toda una «industria» dedicada duplicar y camuflar, —cambiando nombres propios por ejemplo— obras ya publicadas y revenderlas (10-20 US$ la unidad) a incautos que luego las publican en KDP esperando que se vendan solas y lleguen los cheques. Para la cuenta de resultados de Amazon los ingresos derivados de una obra ilegítima no se diferenciaban de los de una legítima, pero las quejas de los autores «indy» y la amplificación que proporcionan las redes sociales les llevó a cortar por lo sano.
Si Amazon termina haciendo como Automattic —atender sólo a las denuncias formuladas correctamente y con plena identificación del denunciante— será un buen indicio de que el sector de autopublicados tiene un peso real y que realmente les interesa como colectivo. Seguiremos atentos.
Como siempre ¡un placer tenerte por aquí!
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Hola, ¿lo del DMCA solo aplica en estados unidos? Osea que si esa denuncia no se hace en 10 días el que plagio puede volver a subir la obra o librarse del problema?
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Hola Sara, disculpa la tardanza en responder.
La DMCA es una ley estadounidense, por lo que sus efectos sólo son de obligado cumplimiento para las empresas cuyos servidoes se hallen ubicados físicamente en EEUU. El plazo de diez días es el que tiene el denunciante para iniciar acciones legales en caso de que el presunto plagiador haya interpuesto una réplica a su denuncia, proclamando ser el legítimo titular de los derechos. Transcurrido este plazo, el proveedor de servicios debe restaurar el acceso a la obra (si no se emprenden acciones legales) o bien retirarla hasta que se resuelva la disuta en un tribunal.
Lo de «librarse del problema» es otro asunto. Es decir, si te han plagiado nada impide que puedas emprender las acciones que consideres oportunas, pero si hubiera disputa a tu denuncia y agotaras el plazo de diez días sin emprender acciones, tu obra continuaría comercializandose en la plataforma de donde inicialmente querías retirarla.
Saludos,
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Cómo es posible que Amazon, siendo tan grande tenga la necesidad de plagiar libros. A mí me hicieron lo mismo y uno no puede reclamar a ningún lado ya que los correos solo los responde una computadora, ni siquiera se les puede informar que el libro que venden está plagiado. Se comunican con uno solamente si está interesado en comprar.
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